< Regresar al Indice

El muro

El muro

Situado junto al muro que nos marcaba el límite de nuestras incursiones, se visualizaba el pirul, ¡era enorme!

El muro era viejo y alto, en algunas partes le faltaban ladrillos, tenía pedazos pintados de colores, podrían haber sido grafitis, en esa época no se le llamaba así a ese tipo de arte callejero, quizá eran los primeros esbozos de algún artista en ciernes. Difícil saberlo, sin embargo, ese “arte” le daba un aire interesante al muro, emulando a un imán que nos obligaba a visitarlo todas las tardes.

El sentarnos junto a él nos hacía sentir grandes, nos infería cierto poder de libertad y superioridad frente al mundo, arriba de nosotros sólo coqueteaba el viejo pirul. Su tamaño nos retaba a conquistarlo.

Fue curioso, una tarde que vivíamos nuestro acostumbrado ritual, nos percatamos que había más pedazos rotos de ladrillos tirados por el suelo, se empezaba a formar un pequeño boquete en el muro.

Poco a poco se fue desdibujando frente a nuestros ojos el interés por el colorido mural. Ahora, el foco de atención se centraba en las diferentes formas que iba asumiendo esa pequeña puerta de posibilidades.

Reinventaba continuamente su fachada. Sus formas multicolores lo hacían tan cambiante. Mostraba cada tarde, en complicidad con las diferentes tonalidades que le brindaba el atardecer, figuras como de rompecabezas que se formaban casualmente intentando huir de la memoria.

Nuestra curiosidad crecía al igual que el tamaño de ese rompecabezas.

El muro, que habitualmente era nuestro punto de reunión, un espacio para soñar y fantasear con un mundo de aventuras nos abrió su puerta.

Nos invitaba a cruzar a otra dimensión.

Pero, al otro lado, no había más que seres tan olvidados como nosotros.

S.C.C.
Categorías:
muro pirul sueños niñez aventuras dimensión libertad poder superioridad grafitis