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Maravilla de Maravillas

Maravilla de Maravillas

Maravilla de maravillas es la vida humana. Portento, prodigio, misterio infinito, magia de la naturaleza y milagro siempre renovado. Toda la diversidad humana resulta de la variedad casi infinita de combinaciones de genes. El número de combinaciones hereditarias a las que puede dar lugar la unión de dos seres humanos, no es inferior a centenas de trillones. Todos estamos formados del mismo polvo cromosómico, nadie posee un solo grano de ese polvo que pueda reclamar como propio. Es nuestro conjunto el que nos pertenece y nos hace nosotros. El germen de donde sale el individuo humano procede de un doble azar. Es el azar el que decidió qué porción de herencia permanecería en el óvulo cuando expulsó, al madurar, sus veinticuatro cromosomas. Es el azar, otra vez, el que decidió cuál de los elementos fecundantes penetraría en el óvulo. Cada uno de nosotros fue elegido, por un doble capricho, entre todo un pueblo disímbolo, y no es, seguramente, ni el peor ni el mejor que de sus padres podía haberse logrado.

De la terrible multitud que podía surgir de una sola pareja humana, cuán grande no sería la desemejanza y la desigualdad; todo figura ahí: lo peor y lo excelente, la tara y el genio. De la mezcla de dos individuos todo puede nacer. No hay conjunción de la que no pueda esperarse todo y temerse todo. La pareja más vulgar está preñada de toda la humanidad. Dentro del surtido de cromosomas que hemos recibido de cada uno de nuestros padres, había con qué constituir otro ser completo. Todo individuo es sustancialmente doble, y sí todo ser es dos, cuatro son los que intervienen para hacer un hijo. Biológicamente, todo matrimonio es un matrimonio de cuatro. El hijo no es todo su padre más todo su madre. Es la mitad de uno más la mitad del otro y funde en sí mismo a los dos seres que existían potencialmente en las dos células paternas. Separados, no son; cuando nosotros elaboramos su síntesis, es. Nada más la mitad de nosotros se prolonga con nuestros hijos. Legamos a nuestros hijos una mitad de nosotros, pero cuando ellos pasen a nuevos seres una mitad de sí mismos, es imposible prever qué parte de esa mitad será la nuestra. Después de nuestros descendientes inmediatos no sabemos en qué nos convertiremos, ni siquiera podemos asegurar que una mínima parte de nosotros permanezca en otro ser. Los cromosomas paternos y los maternos no se combinan en el hijo, solamente se yuxtaponen. Permanecen lado a lado, sin confundirse. No somos sino el lugar donde dos herencias de agitan, y es posible, que haya en el mundo seres que, por su sustancia, nos sean más cercanos que nuestros parientes más cercanos.

Nuestra sustancia hereditaria, la que nos hace nosotros, está constituida por millares de pequeños elementos tanto bien como mal ajustados y de un agrupamiento más o menos feliz. Si del huevo que henos salido, uno solo de esos elementos hubiera diferido lo más mínimo, o simplemente, hubiera cambiado de posición, otro sería el hombre que hubiese nacido. Nuestro yo depende de la esencia o del lugar de un átomo. Nuestros hijos son una prórroga para la mitad de nuestro ser, o si se quiere, un medio gemelo nuestro.

Cada uno de nosotros, al formarse, estaba preñado de una infinidad de seres posibles, y si nuestra personalidad potencial fue elegida primero entre una multitud por el accidente germinal, es después, dentro de otra multitud, donde lo fortuito de las circunstancias c¡va a discernir nuestra personalidad. Un individuo es una historia y nosotros somos nosotros: primero, porque recogimos una determinada sucesión germinal; después, porque conocimos todas las circunstancias de nuestra colección cromosómica como por la de nuestra aventura personal. No se puede saber, sino demasiado tarde, lo que hubiera sido conveniente para un ser. Una vida se frustra tan frecuentemente por falta de oportunidad como de herencia, por falta de un átomo de suerte, como de un átomo de cromatina.

Todo lo que es un individuo, para bien o para mal, lo es por haber recibido de sus padres ciertas moléculas y por haber sufrido ciertas influencias del medio ambiente externo. Nuestras recompensas y nuestros castigos se deben únicamente a la química y al azar. Maravilla de maravillas es la vida humana y su misterio y su milagro, la medida de nuestra propia pequeñez.

S.C.C.
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