Hace mucho tiempo, en lo más profundo de un bosque de altos y frondosos árboles, un viejo sauce me contó la historia de tres extrañas hermanas... Cada una de ellas habitaba en un punto distinto del bosque y, cada noche de luna llena, las tres se reunían bajo las hojas de aquel sauce a compartir sus aventuras y secretos.
Luna era el nombre que usaba la hermana del medio. Desde pequeña, Luna pasaba la mayor parte del tiempo en una cueva que había construido bajo una colina al norte del bosque. Al acercarse a la entrada de la cueva, uno podía ver cómo de su interior salían destellos multicolores, extraños vapores y se escuchaban pequeñas explosiones. En aquél lugar trabajaba Luna todos los días en su gran proyecto: construir un amuleto que le permitiera viajar montando las estrellas.
Una noche, una gran explosión hizo temblar el bosque entero. Todos se acercaron rápidamente a la cueva temiendo lo peor. La enorme nube de humo que salía del lugar cambiaba de colores conforme crecía y se dispersaba en el aire. Todas las criaturas y los seres mágicos que habían llegado hasta ahí se miraban preguntándose qué hacer; Luna siempre les había prohibido entrar a su cueva diciéndoles que un coletazo descuidado ahí dentro podría causar una catástrofe. A pesar de su carácter serio, todos le tenían mucho cariño. Siempre había sido una gran amiga del bosque y sus habitantes, los ayudaba en todo lo que podía y los protegía de los espíritus errantes que bajaban cada cierto tiempo de las montañas del norte. Cuando un joven centauro se preparaba para entrar a buscarla, escucharon un enorme grito de alegría. Del interior de la cueva salió Luna corriendo con una enorme gema irisada en las manos. Nunca la habían visto tan contenta. Sonriendo volteó hacia el cielo, era una noche despejada. La pequeña Luna dio un salto enorme y aterrizó en la estrella más brillante del cielo. Sobre ella empezó a recorrer toda la bóveda celeste dando vueltas y vueltas. Estuvo semanas enteras sin bajar de ahí, explorando las constelaciones y surcando el obscuro paisaje.
Incluso hoy en día, si volteas al norte en una noche despejada, puede que la veas volar sobre alguna estrella.