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Multum in parvo

Multum in parvo

En un estante de mi librero, abarloado a un conjunto de viejas fotografías, hay un pequeño barco de papel. Un recuerdo sentimental de un buen día en un mala semana, el y yo sentados en una librería libertaria de Bogotá, el sabor amargo de ese último café juntos. El barco no se detiene ahí, ya a la deriva en los mares de la memoria me lleva a tardes de mi infancia con mi padre, su voz recitando la famosa canción de Espronceda, y millas más allá, a historias de su propia infancia sentado ahora él en las piernas de su -yayo viendo entrar y salir los navíos del puerto. Parada en la cubierta de mi navío de papel no soy más que una polizón surcando memorias y recuerdos, historias propias y ajenas, escritas o por escribir. Paso por los estrechos canales junto a Salamina, entre los poderosos trirremes de Temístocles. Me ato al mástil para evitar los irresistibles cantos de hermosas criaturas. Pierdo una mano en Lepanto y asalto Niklaasbergen. Navego hacia la desgracia junto al San Martín y al Santísima Trinidad. Clavo una doblón sudamericano en el mástil y persigo ideas inalcanzables. Surco las aguas de oriente en busca de las tierras de Nadir Shah y del astrolabio de Borges. Viajo hacia el oeste en búsqueda de las tierras imperecederas acompañada de las melancólicas anduriñas gallegas. Recorro los siete mares sin carta de navegación ni patente de corso, pasajera inesperada de esta nave de papiroflexia, de este simple barco de papel.

S.C.C.
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